Le regale mis horas en conversaciones, de dioses y bacterias, mientras el en frascos me dio su esencia de selvas africanas y filosofías inimaginables, el aire contrastaba su nihilismo con mi apatía y vi como el mundo se derrumbaba poco a poco mientras el seguia argumentando el placer del dolor y la entelequia.
Un día le confesé mis fantasías de revolución y el me las devolvió en un cartucho de calibre 32, lo soñe en mi utopía posible y el me enseño a contar las estrellas en cuneiforme, me dibujo un pentagrama de simplificaciones y juntos volamos hasta macedonia para conseguir una flor, y en el viaje yo le di un nombre sofisticado a cada uno sus estados ordinarios de conciencia aunque a el el código de hammurabi le recordaba a artes marciales y comparaba a enrique orce con Miguel ángel.
Trate de eliminar sus malos hábitos y abolir sus ganas de complicaciones, pero su tornado de adicciones y su vida sin pasado resultaron ser mas fuertes.
Apesar de eso un día creí que juntos habiamos respondido a todo lo que alguna vez nos habíamos preguntado, pero el sonrió con un aire de tristeza, y con dolor me dijo que en la mente aun tenia mil dudas y que solo en su inyección guardaba su certeza.
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